Insertado en un terreno
horizontal, el lote poseía una peculiaridad que dirigio el proyecto: una
área lateral restante que podría ser incorporada, sin embargo no
edificada, donde el cliente, agronomo, soñaba cultivar un amplio jardín y
un pequeño bosque.
El partido arquitectónico
adoptado definió la residencia en dos volúmenes distinguidos: el primero
formado por una masa "sólida", abierta para la ventilación dominante,
abrigando las suítes de la familia en el nivel superior y la cocina,
servicio y oficina en la planta baja.
La curva generada en la
extremidad frontal del volumen es una referencia poética que conduce al
observador a la entrada social de la residencia.
El segundo
volumen asume una forma de cáscara sobre un pie derecho doble que
envuelve la sala y parte del mezanine sobre el cuarto de huéspedes.
La terraza social protege el ambiente social de la insolación poniente y hace la conexión con el jardín.
El éxito de la obra está en la síntesis entre armonizar tecnología y culturas locales con un diseño simple y universal.
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